16 de julio de 2018

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En la época de verano es cuando se acostumbra a tener un período de descanso, las vacaciones. Es el momento en el que la rutina se modifica, y también nosotros notamos cambios en nuestra persona. Tenemos horarios distintos a los del resto del año, comemos a un ritmo diferente, pasamos ratos en los que hacemos cosas que nos gustan y le sacamos el polvo a la lista de tareas por hacer "cuando tenga tiempo".

Es en esta época del año, donde podemos empezar a pensar en nosotros mismos, escuchando nuestro cuerpo y nuestra alma. ¿Cómo me siento al final del día? ¿Qué pensamientos se acumulan en mi cabeza durante mi jornada laboral? ¿Cómo me siento? ¿En qué medida cambiaría algo de mí o de mi entorno? Si no nos sentimos conformes con al menos una de las respuestas a estas preguntas, necesitamos hacernos más caso. Necesitamos realizar un autocuidado.

Este concepto va ligado a la salud y al bienestar propio, sin complejos, sin remordimientos, sin culpa. Debemos querernos y encontrar nuestros oasis donde nos sintamos contentos, realizados, auténticos y vivos.

Como en todas las acciones que queramos realizar, debemos buscar un compromiso, esta vez con nosotros mismos, para lograr realizar este objetivo. En unas personas será diario, en otras semanal o hasta mensual. Lo importante es comprometerse y llevar a cabo nuestro autocuidado de manera medible y realizable, es decir, dentro de nuestras posiblilidades y nuestra realidad.

Entre otros, ahí va un ejemplo de autocuidado que realizo siempre que tengo ocasión y que me generan gran sensación de libertad y de sentirme viva.

Dar abrazos: cada día doy abrazos. Lo hago con las personas que me llenan el alma. Hago hincapié en el hecho de “dar” porque los doy yo, excepto mis hijos que me los dan, soy yo la que busco darlos.
Las sensaciones que siento con los abrazos son variadas, me iluminan el corazón, me recargan de energía, me transforman, me hacen sentir al otro/a. Me dan Paz. Lo realizo porque tengo necesidad de hacerlo, porque me gusta, porque se renueva la energía.

Conducir sola: la sensación es de control, de dominio, de ser yo, de cantar, de disfrutar. Me gusta mi personalidad frente al volante, no soy inferior a nadie. La realizo porque mi ego se fortalece. Respeto ante todo las normas, pero nadie me pisa, sea quien sea.

Mirar el cielo de noche sola o acompañada: cada noche. Si estoy sola contemplo la inmensidad del cielo y me siento bien. Si estoy acompañada hablamos de las estrellas que quizá ya estén apagadas, pero cuya luz todavía vemos…
La sensación es de paz, de tener claro lo que somos, de ser consciente de la grandeza del cosmos y de lo pequeños que somos. Me ayuda a relativizar los problemas. La realizo porque no quiero perder esta sensación de respeto por el mundo, la naturaleza, y el regalo de estar vivos y vivir donde vivimos.

Es importante decidir lo que cada uno desea hacer para su autocuidado, no en vano es nuestro y sólo nuestro. 
Os invito a empezar en este periodo vacacional a realizarlo, si todavía no lo hacéis o a aumentarlo si no estáis satisfechos con las preguntas que leímos anteriormente. Se creará un hábito, en el que no solamente nosotros notaremos cambios, sino que nuestro entorno también agradecerá. Nos volveremos más pacientes y más vitales, aceptaremos la rutina con serenidad y los días serán menos oscuros, porque sabremos que tenemos nuestro momento a la vuelta de la esquina, que lo disfrutaremos con consciencia y que nos transformaremos en nuestra mejor versión. 

Todos necesitamos cuidarnos y mimarnos, para ser felices y vivir en plenitud nuestro momento, nuestro día, en definitiva, nuestra vida.


2 de julio de 2018

Cómo estar presente en una conversación

Cuando mantenemos una conversación ésta puede ser superficial, profunda, ligera, breve o extensa. Dependerá de muchos factores, como el énfasis o importancia que le damos a nuestro interlocutor, nuestro estado de ánimo o nuestras habilidades sociales, entre otras.

Una característica que las define responde a que compartimos información, y es en cómo la recibimos donde radica el éxito del entendimiento. La optimización de una conversación, hablar y atender con consciencia.

¿Cómo podemos practicar la escucha activa cuando nos encontramos en una conversación? ¿Cómo podemos extraer la máxima información de lo que nos están contando? ¿Cómo podemos demostrar que estamos escuchando?

Vamos a recorrer varios pasos que llevándolos a cabo os ayudarán a aumentar la calidad de vuestras conversaciones.

Es interesante puntualizar que cualquier profesional de la Psicología o de la metodología del Coach profesional tendrá interiorizadas estas estrategias. En este artículo se pretende describirlas para que todos podáis, en cierta medida, realizarlas y así obtener una conversación más consistente.

Observar y escuchar. Aunque nos parezca obvio es interesante tener presente que se nos está transmitiendo información, que es importante para nuestro interlocutor y debemos prestarle atención. Esta información nos llega de forma verbal, con cada palabra y expresión y de forma no verbal, con cada movimiento, mirada y expresión facial. Si tenemos en cuenta estos aspectos, descubriremos más información sobre aquello que nos están contando. Apreciando cuándo se da más peso en su discurso y cuándo éste es más superficial.

Atender lo que dice. Debemos crear un compromiso interno de escucha. Es evidente que debemos entender lo que se nos explica, desde un punto de vista, significativo, pero es también básico atender, tener predisposición para escuchar lo que nos explican. Dejar a un lado los ruidos externos y los ladrones de atención. No es tarea fácil, pero sí es posible. 

Preguntar sobre cualquier cambio. Es posible que este punto sea el más evidente para nuestro interlocutor. Si ocurre un cambio en su discurso o idea a exponer y le preguntamos sobre ello, automáticamente se dará cuenta de que estamos allí, escuchando, atendiendo, sin nada más en nuestra mente. Estaremos por él, y me consta que es una agradable sensación que engrandece a quien está hablando. Sólamente necesitamos escuchar con consciencia.

Acompañar dimensiones. Nuestro interlocutor ve el mundo desde su punto de vista, al igual que nosotros lo vemos desde el nuestro. Pero si hacemos el ejercicio de entender su visión, desde su dimensión particular, es posible que entendamos mejor su discurso y visionemos nuevas perspectivas. Y sin duda estaremos compartiendo una conversación provechosa.

Pensar en el aquí y el ahora. Debemos apreciar el momento en el que estamos. Si decidimos mantener una conversación de forma voluntaria, debemos disfrutarlo, estando presentes en todo momento, sin distracciones ni contaminación.

Anular diálogo interno. Uno de los pasos más difíciles de conseguir. Aunque con constancia y predisposición es posible llevarlo a cabo.
Cuando escuchamos en una conversación determinadas situaciones, ideas u opiniones, es muy usual que empecemos a pensar o a intervenir con nuestra opinión. No sólo no estamos escuchando sino que entorpecemos el discurso de nuestro interlocutor. Siempre habrá un momento en la conversación para dar nuestro punto de vista.

Podemos empezar a familiarizarnos con estos diferentes puntos para ser más conscientes de lo que estamos haciendo. Empezando con alguno que nos resulte más factible en nuestro día a día. 
Es posible que nuestras conversaciones, a partir de integrar alguna de estas marcas, sea más fructífera y nuestros compañeros de conversación lo aprecien. Engrandeceremos nuestras vidas y acompañaremos a los demás a sentirse bien.

Toda esta teoría puede verse mermada en cualquier conversación donde nos apriete el tiempo o existan varias interrupciones. Simplemente podemos fijar un día para mantener esa conversación con más calma y presencia.

Desde el Coaching profesional, es indispensable la escucha activa en sus sesiones. Junto a otras competencias, ésta debe realizarse en toda su extensión, puesto que es aquí donde recibimos toda la información para poder trabajar.