15 de junio de 2018

Las dimensiones de una persona

Cuando hablamos sobre ¿Qué es una persona? podemos estar de acuerdo en que es un ser racional, en que es única y en que es irrepetible. Podemos hablar también de la personalidad y de los factores ambientales que nos condicionan a ser quien somos, incluso podemos hablar de sus distintas dimensiones. 

Según el Organismo Internacional Certificador de Coaches Profesionales (OCCI) debemos tener en cuenta a la persona en su totalidad, es decir, con sus distintas dimensiones.

Estas son, entre otras, la mental, la emocional, la lingüística, la corporal, y la energética. Demos un paseo por cada una de ellas con más profundidad. 

Dimensión Mental, es aquella en la que impera la razón. Gracias al intelecto el Ser Humano ha creado e innovado a lo largo de los días para su beneficio propio y para el de la humanidad, apareciendo los avances generacionales.
Es en la razón donde habitan las convicciones, la inmovilidad de ideas o hasta el enfrentamiento, pero también responde a un proceso de reflexión, de aprendizaje y de avance.
Cuando actuamos desde esta dimensión ponemos en marcha nuestra capacidad de reflexión. Nos encontraremos con personas que ven posibilidad o generan opciones de respuesta sobre aquello que les sucede y por contra, con personas inmovilistas que obtienen el mismo resultado fruto de las mismas acciones.

Dimensión Emocional, es una de las dimensiones más primarias. En ella nos movemos por una sensación que está en nuestro interior y nos activa de una forma determinada.
Cuando nos embarga la emoción nos alejamos de la razón y se accionan otros mecanismos que son los que nos harán actuar.
En esta dimensión es donde aparece la empatía, emoción que todos tenemos capacidad de desarrollar, pero que precisa de un aprendizaje.
Al tener altos niveles de esta dimensión podemos llegar a sentir el alma de las personas en una conversación, sin que importe el genero, la raza o la posición social de nuestro interlocutor. Llegando a entender el porqué sentimos más proximidad con una personas que con otras, aún siendo recientemente presentados.

Dimensión Lingüística, donde la palabra toma un peso importante. Debemos tomar consciencia de cuál es el valor de cada palabra, puesto que en ocasiones empleamos expresiones o vocablos sin pensar en lo que realmente significan y en lo que queremos transmitir. Un buen ejemplo para observar nuestro nivel de consciencia sobre el valor de nuestras frases, propósitos y objetivos es una sesión de Coaching Profesional.
En ocasiones nos decimos a nosotros mismos o a nuestro entorno "No lo sé", pero si nos paramos a pensar, ¿es eso específicamente lo que queremos decir? Podría ser un "No me lo planteé", "No me apetece" o "No quiero".
En esta dimensión la persona desmenuza cada palabra, toma consciencia de su discurso, optimiza los diálogos, tanto internos como con otras personas, y en consecuencia avanza y suma en el valor del entendimiento y del progreso.

Dimensión Corporal, nuestro cuerpo nos habla y nos delata. Se comunica, también con nuestro entorno.
Nuestra postura, ante el día a día y ante la vida y sus complejidades, puede reforzar o crear situaciones. Con el cambio postural podemos modificar resultados.
Nuestro estado de ánimo se plasma en nuestro cuerpo, y éste lo define a través del estado de ánimo.
Si nuestra postura es firme y armoniosa, nuestra espalda se mantendrá erguida y nos proporcionará una visión distinta a la que estamos acostumbrados. El camino a nuestro destino será más amplio, con más luz. Nuestra cabeza seguirá la postura natural que nos marcará nuestra espalda y abriremos visión, obtendremos más claridad y nuestras ideas y emociones cambiarán. 
Si nuestra postura está más cerca del suelo que del cielo, las acciones nos costaran más energía, todo lo veremos con menos luz y no seremos conscientes de la belleza que existe a nuestro alrededor. Nos perderemos seres maravillosos que en ocasiones se cruzan con nosotros. Dejaremos escapar un día más que podría haber sido más bonito, más alegre y más intenso.

Dimensión Energética, esta dimensión, junto con la emocional, la desarrollamos cuando hay una fuerza interna que nos empuja.
Cuando hablo de energía me refiero a aquello interno que desprendemos en cada paso o en cada gesto de nuestro día, y no tanto en las ganas de hacer que tengamos en un día concreto.
La energía se proyecta hacia nuestro entorno y puede llegar a contagiarse. Podría decirse que hay una fina línea que separa la energía con el estado de ánimo.
Es posible generar acciones buenas o malas a través de otras personas solamente con cómo las hemos tratado al estar en contacto con ellas, es decir, nuestra actitud y energía se transmite en el generar del otro.
Las personas que transmiten energía positiva, alegre y generosa, acostumbran a ser más inmunes hacia las energías negativas, aún así también pueden llegar a sentir su efecto.
Cada uno de nosotros debemos decidir cómo queremos seguir viviendo nuestras vidas. Si la opción que elegimos es la de transmitir una energía sumadora y limpia necesitaremos dotarnos de varias herramientas para no contaminarnos. Estaremos haciendo una buena acción para con nosotros y con las personas que nos encontremos en nuestras vidas. 

Es importante tener en cuenta que la persona debe entenderse como un todo, una amalgama de sensaciones, acciones y pensamientos que conforman su estilo de vida y de entender cada situación en la que se encuentra. Lo mismo pasa con las dimensiones. Podemos desarrollar alguna más que otra o incluso creer en alguna más que no se detalló en este artículo.







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